Los ochenta, la época en que los peluqueros hicieron su agosto. Laca y grandes volúmenes, o cortes imposibles, siempre desafiando a la gravedad. Quedaban francamente bien en la testa de tu héroe cuando sacaba un disco o estrenaba una película, pero cuando el peinado en cuestión lo llevaba el vecino de al lado, la cosa se ponía interesante.
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